Sobre la felicidad
¿Cuántos problemas te gustaría NO tener?
Es una pregunta extraña, porque quieres tener algo a lo que
enfrentarte. Quieres tener algo que fuerce de ti, lo mejor que tienes. Tienes
que tener problemas reales. Algo así.
¿Te gustaría prescindir de…? Podrías sólo… estar ahí echado en la
cama teniendo infusiones de comida en tu boca, si todos tus problemas
estuvieran resueltos. Entonces quizás quieres problemas difíciles que PUEDAS
solucionar, o algo así.
Porque hay… ¡no sé lo que sea! Pero es la superación, y el
crecimiento que viene con ello. Hay algo en
la nobleza del emprendimiento. Y ciertamente lo ves cuando vas, y tienes hijos,
por ejemplo.
La literatura psicológica es bastante clara: si haces comparaciones
momento a momento en la vida de las personas que tienen hijos, y las que no
tienen hijos, las que no tienen hijos son más felices.
Entonces, los psicólogos, que tienden a entender mal las cosas incluso
cuando hacen descubrimientos inteligentes como aquel mismo. De inmediato
–algunos- concluyen que porque, “la felicidad es la meta”, hay algo en los
niños que te hace infeliz, y eso no es bueno.
Pero espera un segundo, quizás ese es el parámetro equivocado. Por
supuesto que eres menos feliz cuando tienes hijos, porque tienes que
preocuparte por ellos.
Saben, mi vecina, una mujer muy sensata me dijo una vez: “solo
puedes ser tan infeliz como tu hijo más infeliz.”
Lo que pensé que estuvo muy bien, es bastante astuto. Pero
entonces, si los niños no te hacen feliz la respuesta no es: no tengas hijos.
¡NO SEAS TAN ESTÚPIDO SOBRE SER FELIZ! Esa es la respuesta. Porque hay NOBLEZA
en la realización. Y por supuesto que ahora eres responsable, tienes un nuevo
bebé y piensas, especialmente si eres padre primerizo, piensas: ¿Qué diablos es
esto, y qué voy a hacer con él?
Y luego estás acabado por el resto de tu vida. Nunca vuelves a
dormir adecuadamente de nuevo, porque vas a estar preocupado por esta criatura
a la que debes cuidar.
¿Para qué sirves si estás haciendo eso, o algo más, igualmente
complejo?
¡Sólo no has sido desafiado todavía!, a menos que tomes una
responsabilidad como esa.
La idea de que la felicidad es el propósito de la vida es: espera
por la felicidad, amigo, si se presenta, deberías sentirte emocionado de que te
visite. Pero la noción de que eso es lo que deberías
conseguir… ¡es la noción MÁS DÉBIL posible!
Primero que todo, tan pronto algo terrible te pase, se acabó.
“¡La vida es para ser feliz!”, bueno, AHORA TIENES CÁNCER, ¿qué
tal? ¿Cómo te está funcionando eso de la felicidad ahora?
O quizás no seas tú, quizás sea tu padre al que le dé Alzheimer, o
algo así de jodido, es rara la persona que no tiene algún tipo de catástrofe a
UNA persona de distancia.
“La vida es para ser feliz” – Eso no es correcto. Al menos podemos
derivar eso de éstas historias, no es para nada lo que dicen. En las historias,
Dios está perfectamente contento de concederle a las personas con quienes forma
un compromiso, felicidad y prosperidad, pero no hay NINGUNA palabra de que ese sea
el propósito.
La regla es: aspira alto, y organízate. Esa es la regla.
Y establece este convenio contractual con tu ideal definitivo, y
eso TE HARÁ TRANSLÚCIDO a las catástrofes. Y esa es una forma mucho más madura
de ver la vida, hasta donde entiendo. Todo lo que tienes que hacer es tener tus
ojos MEDIO abiertos y verás que la realidad fundamental de la vida es tragedia
y sufrimiento. ¡Es inescapable!
Eso no quiere decir que haga a la vida insufrible, o que “SER” sea
algo que NO debiera de haber existido. No significa eso. Significa que tienes
que enfrentarte a ello, y tienes que prepararte, y la voluntad en adoptar
responsabilidad por ti, y por otros, es la precondición.
Y luego, si quizás lo haces adecuadamente de vez en cuando tendrás
felicidad, puede que te sientes al final del día y tengas media hora donde tu
conciencia está clara, y no hay NADA MÁS que necesites estar haciendo, y te
puedes relajar, y pensar: sabes, está bien, las cosas están bien, y gracias a
Dios por eso. Y de ahí es de donde quizás obtienes tu felicidad. Eso es
madurar, obviamente. Y no saberlo, que se los enseñen, ¡a todos deberían
enseñárselo, es tan obvio!
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